(Palabras Urgentes. Manifiesto de Hora Zero)
Hacer explícita la repugnancia que produce la
Televisión desde el título mismo quizás no sea recomendable, quizás sea un
riesgo innecesario, una ingenuidad romántica o la valentía del infante en su primera gran
aventura. Los intelectuales mirarían este gesto con esa cándida sonrisa de
burócrata con que observan los fenómenos del “sujeto” los académicos
especializados en “Estudios Culturales”; la dueña de casa se espantaría
probablemente; los cabros de la esquina lo mirarían mientras se fuman su paragüita
esperando que pase el día y luego pase la noche, y luego pase el día y venga la
otra noche; el oficinista ni siquiera lo miraría, o quizás sí, ¿quién sabe? Quizás
algún día esta misma gente, nuestras hermanas y hermanos, se aburran de pasear
los domingos por el Mall y también se aburran de tener la tele prendida para
disimular la falta de comunicación a la hora de once, tal vez algún día se
aburran de buscar en los nuevos aparatos tecnológicos la afirmación de su
<Yo>, que está al borde de un precipicio: pastillas y más pastillas,
vacunas y disciplina, clavos y billetes, potos y tetas, tetas y tetas y más
potos y carne en venta y más y más carne en venta. Quizás algún día nos
aburramos de colgar, a como dé lugar. de la vida pequeñoburguesa (mucho más
pequeña que la burguesía, claro está), ya sea con tarjetas de plástico o con el
beneplácito de la indiferencia, ya sea al contado o en cómodas cuotas, en ropa
de trabajo o quemándose a lo bonzo en la plaza pública. Ese día puede llegar, el
ciudadano de a pie quizás ese día se
canse de lo que sabe pero no asume, o mejor dicho, no quiere asumir: la cosa está mala para la gran mayoría.
Pero ya no hay epifanía que valga la pena, sino sólo la que pone la voluntad en
la Historia nuevamente. La voluntad es poner la mano en la mesa de la Historia
y golpearla tan fuerte que sus pilares se vean removidos desde la médula misma.
Si la creación no se dispara desde las entrañas y la vida no se hace la
experiencia estética en sí misma, nada habrá servido.
La poesía, en general, más allá de la lírica, puede volver a estar
presente en las mesas, en la sobremesa y en el sueño de las grandes mayorías:
subvertir la cotidianeidad, así como enseñara el gran Alonso Quijano, esa
quizás sea la esperanza y la invitación que ponemos frente a los lectores al
momento de invitarlos a navegar por estas páginas. Volver a encantarse y a
encantar, saber que la vida puede ser mejor, que puede ser más digna y que la
dignidad está también en la creación, en la búsqueda del diálogo desnudo con el
otro, en el poema que nace arriba de la micro o en la bala que pueda destrozar
los sesos del poder. La dignidad está en volver a creer y a crear.
La poesía que presentamos a
continuación busca recorrer esos intersticios de la vida social que quedan
titilando ahí, en los espacios más íntimos e invisibilizados del día a día. Se
presenta como una poética (sin que suene tan «parrianamente parrriano») “de la comunicación”, que no rinde culto
a lo críptico en cuánto críptico, que ama a las Vanguardias pero no a sus hijos
mal paridos, que no cree en Pequeños Dioses ni en comensales del Olimpo, pero
que sí cree en la magia de la poesía, la magia de lo cotidiano reinventándose y
negándose a cada instante. Volver a poner la poesía como ese espacio catárquico
en que todo puede volver a temblar y ser distinto, en que la vida misma puede
verse removida desde sus cimientos. Una poesía que no cae en el lugar común del
Realismo mal aprendido, ni en el mesianismo medio ingenuo de corte romántico; una
poética que sale a la calle y escribe desde
la cuneta, no sobre ella, que conoce
la plaza pública, ya que forma parte de su hábitat vital, pero que tampoco la
enaltece de sobremanera, no peca de ese cinismo con que se mira al pueblo desde
afuera como algo exótico y pintoresco: somos parte de ese Pueblo, de ese Pueblo
que puede volver a amar la poesía y que quiera cambiar su vida. Una poética que
tampoco lo denigra con la ignorancia propia del miope que no ha salido de su
entorno inmediato, lo muestra, valga la perogrullada, tal cual como vive, y desde ahí lo mete a la licuadora poética, a
la magia de crear desde sí y para sí, de ir y venir, escribir, soñar, escribir:
Co-consumen el olor a madera tostada /
en los inviernos sin-permiso-policial. / El olor a paraguas ambulante fuera del
metro: / Protectora de la infancia [ínfima] / de los infantiles soñadores / de
jubilar su trabajo del jugar, / por el fabricar de los publicistas /
pluri-cultura norte-ameraucana / para cholitos-centro-sur / con smarthphone
garra-blanca.
Tal como propone en su escritura El Canalla de Puente, desde la plaza (en
este caso la Plaza de Puente Alto, en Santiago de Chile) levanta su repertorio
y se deja sentir desde sus cuadras. Ese “ir
más allá de lo cotidiano, pero desde lo cotidiano mismo” que dice Teillier.
Pero así mismo, esta poética no se
agota en la descripción y puesta en escena de la vida urbana en vivo, hay también un trastoque de los
espacios más íntimos, ese tomar la vida desde la otra costilla y transmutar
temas canónicos desde una nueva perspectiva.
(Re)tomar temáticas como el amor, la muerte, la angustia existencial,
etc. desde nuevos rincones y ángulos, estrujar la tradición y jugar con ella,
ir de frente a la vida y tomar cada uno de sus espacios como juegos
interminables, rompecabezas eternos que nos convocan la infancia en cada lugar:
De forma distinta están aromados los viejos. / Su sabor es dulce y fuerte como los higos /
y otras frutas secas. / (Pequeñitos pájaros sin plumas: súbelos al nido) / A ellos les gusta que las últimas canas les
arranques / y los hagas sonrojar / —verse por medio segundo, lozanos— / dulces
cascarones sobre las sábanas lisas / (haz memoria) : nunca les desprendas los
calcetines / (no hay que olvidarlo) y
sobretodo / cuando les hagas el amor,
acarícialos / con dedo experto / como si
fuesen taza de porcelana / con evidente grieta, aunque aún de borde
dorado.
Adriana Tafoya plantea el tema amoroso, más
allá de ser una temática architratada en la poesía a lo largo de la historia
(occidental al menos), desde una posición bien particular: el amor y el
erotismo que despierta y se renueva en la vejez. Reivindica ese espacio casi
olvidado que es el amor y la sexualidad en los ancianos y, desde ahí, plantea
un reclamo ante el olvido, ante el silencio mal entendido. Propone la vuelta de tuerca para abrir nuevos
espacios, nuevas miradas y nuevos cuerpos presente en los textos, en la vida,
en la poética, en el deseo. Los viejos pueden volver a amarse y a ser amados,
ser objetos de deseo. Todo puede reinventarse, todo puede transformarse, todo lo sólido se desvanece en el aire
diría Carlitos Marx y este poema lo plantea de manera magistral.
En fin, las temáticas
fluctúan y varían desde la vida en la plaza pública hasta el amor en la vejez,
pasan por el entrecruce de la historia
de la poesía con los lugares citadinos que la rodean, como en Flor Piedrabuena
o por la vida de la triste secretaria que debe cargar en sus hombros la
montonera de prejuicios y cansancios que se dan en las oficinas de todo el
continente: machos vacíos y carpetas llenas de nada, toqueteos infames y su
propia coquetería al servicio de un bienestar intranquilo, una familia detrás
muchas veces, niños que esperan su cuerpo para volver a reír, tal como lo plantea de manera clínica Silvio
Valderrama:
Se te tapa el sexo, secretaria, se te tapa la boca / el brillo de los
ojos se te tapa / con ojeras, con arrugas,
/ con lágrimas de rímel / con el sudor que mancha las axilas de tu blusa
/ que se queman entonces / de amarillas y se te vuelven / a quebrar los tacos / los tacos y los brazos de tanto andar.
Un abanico temático amplio que se nuclea desde esa
necesidad de volver a tocar todos los rincones de la subjetividad para
subvertirlos y “ampliar las áreas de la
consciencia”, como nos decía desnudo y extasiado el gran Allen Ginsberg
junto a toda su pandilla beat
recorriendo las carreteras yanquis. Las temáticas son tan múltiples al interior
de esta Antología como lo es la nacionalidad de los poetas presentes: desde los
rincones de este lindo país esquina con
vista al mar que es Chile hasta la tierra fértil que es México, pasando por
Perú, Ecuador, Honduras, más algunos residentes latinos en tierras
norteamericanas, entre otros. Hermanas y
hermanos de todo el continente que presentan sus creaciones ante los ojos de
todo este lado del planeta. Un nuevo boom
latinoamericano, que son las
Editoriales Cartoneras, al servicio de la lengua y geografía de esta tierra. Un
gesto que busca pensar la cultura más allá de los Medios de Comunicación de Masas
y los espacios undergrounds para
eruditos y genios autodeclarados, un gesto y un espacio abiertos para salir de
la apatía de las grandes mayorías y del reclamo snob y autorreferido de ciertos círculos “literarios”, para
repensar la vida más allá de la Tele y del atuendo y para, finalmente, volver
(si es que acaso alguna vez lo estuvo) a poner la poesía como un artículo de
primera necesidad, no un lujo de castas ni menos como producto cultural al
servicio de un Mercado que se devora hasta los mismos sueños de sus ciudadanos.
La voluntad y
práctica de fundir arte y vida, vida y arte, hacer del mundo un nuevo escenario
transformando primeramente el estado
actual de cosas, incluido en ello la poesía. Esa es la esperanza y la rebeldía
que presentan los versos y las imágenes antologados en este acuario poético que
dejamos ante el lector. La apuesta ya está hecha: salir a dar la pelea y
enfrentar el apagón cultural que aún heredamos desde la Dictadura, plantear con
la frente en alto que podemos volver a soñar, que podemos crear y vivir la vida
desde otro foco, que podemos ser valientes en lo cotidiano, no sólo en lo
público, en lo privado con mayor urgencia, saber que Poesía y
Revolución pueden ir de la mano, no una al servicio de la otra, sino
unidas desde la matriz fundante de un nuevo pensamiento y una nueva forma de
habitar el mundo, esa es nuestra jugada, en ella dejamos anclada nuestra fuerza
y convicción. Sabemos que se nos ha entregado una catástrofe, sabemos que nada
nos regalarán quienes ostentan el poder (ya sea económico, político, cultural,
por sí solo o todos juntos), pero también sabemos que tenemos la belleza, la
poesía, la imaginación y la fuerza a nuestro favor, y desde ahí nos ponemos a
caminar. Desde ahí nacen las voces que hoy presentamos en esta Antología:
DEMOLIENDO TELES.
LA VIEJA SAPA CARTONERA, Enero 2013
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