sábado, 3 de agosto de 2013
BASES PARA CONVOCATORIA/CONCURSO DE CUENTOS 2013
1.- Desde el jueves 1 de agosto del 2013 el concurso está abierto a todo aquel o aquella que desee participar. Esta es una convocatoria abierta y libre que se levanta bajo la convicción de llevar la creación literaria a todos los rincones posibles.
2.- Las obras presentadas deben ser inéditas y cada participante podrá presentar el máximo de un cuento.
3.- Para participar cada interesado(a) deberá enviar su obra al siguiente correo: laviejasapacartonera@gmail.com
4.- Las obras serán recibidas hasta el día 15 de Septiembre a las 00:00 hrs.
5.- No se aceptarán entregas a través de otra forma que la dispuesta en estas bases.
6.- Los resultados del concurso se conocerán mediante correo y publicación de los ganadores en la cuenta de Facebook para el día estipulado, fecha en la cual todos los ganadores habrán sido avisados con oportuna anticipación, sin posibilidad de conocer el resultado previamente.
7.- Los trabajos no serán devueltos a su autor y éste deberá ceder sus derechos de publicación a la La Vieja Sapa Cartonera. Claramente esto es una mala broma ya que somos una Editorial que no se rige por estas figuras propias de un sistema que busca individualizar y privatizar todo, acá apostamos por la creación colectiva al servicio de todos: un cuento no solo es de quien lo escribe, también de quien lo lee, incluso de aquel que solo lo ve pasar arriba de una nube o entremedio de los dedos del pie.
8.- La sola presentación de trabajos a este concurso implica la aceptación de las bases del concurso.
Especificaciones varias:
1.- La temática es libre.
2.- La extensión no debe sobrepasar las seis carillas, escrita a computador en formato carta (márgenes de 2,5 cm. superior e inferior y de 3 cm. a cada costado.) La letra debe ser Times New Roman, cuerpo 12 y espaciado normal. Las páginas deben ser numeradas. Todas las obras deberán tener título y nombre, el seudónimo es opcional.
3.- El premio será para 10 autores, los cuales serán publicados en una antología que constará de 120 ejemplares, reproducidos y distribuidos a lo largo de todo el país por La Vieja Sapa Cartonera. Además los ganadores recibirán dos copias del libro de manera gratuita.
viernes, 2 de agosto de 2013
Y LOS ZAPATOS SIGUEN COLGADOS EN LA MALDITA VENTANA (Prólogo de La Vieja Sapa Cartonera a "Antropofagia" de César Rey Marchant)
-
PRÓLOGO -
Y los zapatos siguen colgados en la maldita
ventana
“No existe una
escuela / que enseñe a vivir”
Desarma y
sangra, CHARLY GARCÍA
“[...] pero yo
he aprendido que la escuela más útil para el entendimiento es la escuela de la
calle, escuela agria, que deja en el paladar un placer agridulce y que enseña
todo aquello que los libros no dicen jamás. Porque, desgraciadamente, los
libros los escriben los poetas o los tontos.”
El placer de
vagabundear, ROBERTO ARLT
¿Cómo resistir esta vorágine?,
¿cómo enfrentar lo trágico del día a día?, ¿con qué medios o herramientas darle
cara al sufrimiento, al dolor, a la muerte, a la indiferencia, a la(s)
soledad(es), al insaciable influjo destructivo del capitalismo y sus nocivos
efectos en las almas desoladas, que no son otras que las clases desposeídas?
¡¡¿Qué mierda nos queda?!!... Pareciera clara y evidente la respuesta que
traslucen los versos aquí antologados; pareciera que nuestro poeta nos abre una
puerta gigantesca de posibles respuestas. Pero no. No hay otra respuesta que la
que nosotros mismos podemos aventurar; no hay otra respuesta que vivir y morir
en el intento. No es la intención de este prólogo analizar con detalle la obra
que acá presentamos con enorme orgullo y felicidad (Sería “hacerle la pega” al
lector); tampoco pretendemos ensalzar la poesía de este joven creador que hoy
da cuenta de una voz renovadora y atrevida (Sabemos que el tiempo nos dará la
razón en materia de reconocimientos). Lo que presentamos aquí no es más que la
somera visión y posterior invitación de un lector ordinario que ha
experimentado, en unas breves páginas, un cúmulo intenso de sensaciones: el
dolor por una patria desgarradora, la atención obsesiva por lo cotidiano, la esencia
ínfima de la aventura y la belleza del desarraigo, el dolor humano por la
muerte terrena y la esperanza del futuro (re)encuentro, los espacios íntimos de
la memoria y sus recovecos, y, por sobretodo, el amor incondicional hacia esa
Emperatriz tan satánica como celestial, tan purificadora como criminal, tan
virgen como puta, que es la Poesía.
“Agarro la vida desde la costilla” nos dice el
hablante y junto a ello nos invita a sumergirnos en la caótica experiencia de
la cotidianeidad: crear es vivir, poesía y vida se hacen una en esta lucha
despiadada del día a día. Versos que nos duelen por su desgarrador sentido de
la verdad. La poesía (y probablemente todo arte) nos duele y nos produce ese
escalofrío inefable cuando está escrita desde un sentido de pertenencia, desde
una verdad vivida, desde una experiencia notable de aquel que ha mirado de
frente, cara a cara la realidad y ha tenido las herramientas necesarias para
transformarla. Versos con ese “olor a vida citadina”, a la pestilencia propia de esas almas desoladas que pueblan un triste
Santiago Centro, ese olor a los ancianos que se pudren en su casa en Quinta
Normal esperando loablemente a la “Vieja Lacha”, el olor al paragüita que se
consume en las bocas expectantes de los cabros en una cuneta cualquiera de un
barrio cualquiera de un Maipú cualquiera. El poeta nos dice:
“La poesía es mucha cuando se
inmiscuye
en los intersticios de la
experiencia
y nos permite volver al lugar de
siempre”
Es ahí donde reside la fuerza de
estos versos osados, en esa capacidad rupturista de “hacer tira” un poema, de
jugar con las posibilidades infinitas y desconocidas de la escritura:
incrustarle titulares de noticias, jugar con un lenguaje esquizofrénico,
desarmar mitos clásicos y chilenizar héroes griegos, jugar constantemente con
ese capital cultural y popular que sorprende por su llegada inmediata y su
sencilla comprensión. Todo esto enmarcado siempre por ese sentido de verdad, la
defensa de la experiencia por sobre la creación por crear. No existe el arte
por el arte, no hay nada parecido a «una obra de arte en sí misma»; el
verdadero creador corajudo, atrevido y rupturista tiene plena consciencia de su
época, de sus predecesores y de la tradición que lo antecede. Resuenan en estos
versos las voces de Jorge Teillier o Nicanor Parra, de Pablo de Rokha o César
Vallejo; riquísima tradición absorbida y reinventada por el poeta. Así, la
poesía se configura como contestataria de la realidad actual en la que surge;
responde a las necesidades propias de su contemporaneidad contextual: se
enmarca, en definitiva, dentro de un tiempo y espacio determinados. Esto no
impide, en lo más mínimo, que el poeta explore otros escenarios y quiebre, en
el sentido huidobriano, todo sentido cronotópico: el acceso a mundos inestables
de la memoria, la nostalgia de un pasado mítico que se intenta recuperar, ese lugar de origen al que siempre queremos
volver y que sabemos que el único camino de vuelta hemos de transitarlo de la
mano de esa Dama oscura y siniestra.
Un reconocido escritor nacional
dio cuenta, alguna vez, de un efectivo consejo: “Utilicen sus heridas; escriban
a partir de ellas”. ¡Y vaya que se evidencian en estos versos audaces y dolorientos! Somos cuerpos y almas
descuartizadas, todos somos Hans Pozo (“todos somos…”, la frase de moda
de las campañas seudopolíticas que intentan generar algo de consciencia).
Desvarío, me desvío. El lector misericordioso ha perdonado peores. Retomo:
Saltan a la vista, en estos versos, las heridas humanas propias del individuo
que ha vivido tanto en tan poco, heridas que develan el dolor humano, el dolor
por la pérdida, el dolor por el estado actual de las cosas y la indiferencia de
aquellos que no velan más que por su propio devenir; el dolor de un país de
mierda, hipócrita, resentido. Neruda estuvo cerca: “La poesía nace del dolor.
La alegría es un fin en sí misma.”
Pero no todo es lamento en esta poesía atrevida, en absoluto. La
esperanza de la guerrilla, de emprender la batalla contra la indiferencia, nace
del coraje, del simple atrevimiento de ser “pendejos zarpados”, de ponernos a
gritar como enfermos. El grito ha de llegar hasta el oído más tapado en
cerumen. Esa es la invitación: tomemos la pluma y lancémosla por la ventana,
que vuele sola por todos los rincones de este mundo y de muchos otros. Gritemos
lo que nos pasa, aunque sean muchos los que no quieran oír(nos). Gritemos la
verdadera desgracia de nuestro pueblo; lloremos a los que no tuvieron los
medios o el aliento necesario para hacerlo; celebremos a los que, desde el más
mínimo gesto, fueron y han sido VERDADEROS REVOLUCIONARIOS. Así, este hablante,
esta voz poética corajuda y sin miedos, se configura como la voz de toda una
Generación indignada y subversiva. Pero también, es la voz de la esperanza, del
renacer poético, del obrar, del crear, de la renovación: “Se hace necesario
vomitar: / Como Goethe / también odio de
manera inconmensurable a los periódicos. / Creo necesario incendiarlo todo, /
pero de una manera inteligente / no como el imbécil de Nerón. […] Una vez todo moribundo / esgrimir
una impoluta canción / que busque algún atisbo de belleza / entre tanta raíz
muerta antes de ser parida.” Poesía que apunta a la innovación, una invitación
eufórica y enfática a mirar lo habitual desde otra dimensión, a reconstruir un
País en cenizas y a crear como locos, como malos de la cabeza, como si nos
fueran a matar mañana.
Un canto desesperado a tópicos reinventados: el amor,
la amistad, la memoria, el viaje, la muerte, la vida. Todo conectado de una
manera bellísima y cuidadosa, conexión que asombra por su simpleza y su
tremenda honestidad. La esperanza de la No-Muerte,
del Baile eterno, del Carnaval interminable, de la Fiesta que no acaba. La
certeza ineludible del (re)encuentro con aquel que se ha extraviado de la vida de los vivos, pero que está siempre
ahí, acechándonos con una mirada
cómplice y una sonrisa irónica, propia del vaticinador: “Nos mataron el
tiempo, Seba. / Pero nos dejaron vivos. / Vivitos y coleando / arriba de esta eterna piedra universal. / Y vivos como quedamos / bailamos la noche sin tiempo.” La
majestuosa belleza del lugar de origen,
espacio mítico al que siempre hemos de volver: la Memoria. Retornar a nuestros
sueños de infancia, sueños ingenuos y puros. Rememorar momentos de mínima
felicidad: el dibujo animado que queríamos imitar, el primer seudo-beso, el
primer seudo-amor, las ansias por completar el álbum de láminas y el anhelo por
el escondite perfecto. Jorge González y la panacea de todo infante en busca de
aventura: “Una casa en un árbol / donde no me encuentre nadie…” El hablante,
por otra parte, reconstruye esta felicidad no como la pérdida de un tiempo
mítico, sino todo lo contrario: la felicidad de un futuro venidero, el retorno
al útero sacro, la esperanza de lo circular:
“[…] y que a lo
único que no debemos traicionar
es a nuestra
infancia
al niño que fuimos
a la casa que
construimos en el árbol de la plaza
y fue nuestra
patria,
nuestra ética
y fue también
nuestra verdad.”
Salta a la vista la complejidad y la variedad
temática de los poemas aquí antologados. Parece reduccionista resumir todo lo
dicho en una simple afirmación, pero hemos de caer en el error consciente de la
cursilería y el cliché: La fuerza del amor por la creación artística trasciende
toda indiferencia; es nuestro mecanismo de resistencia. Quién sabe, quizás
algún día los versos que presentamos a continuación despierten el interés por
la escritura en corazones furiosos y el amor masivo por esa Diosa olvidada pero
nunca enterrada: la Poesía. Nunca está de más reiterarlo, compañeros: el grito
ha de ser armónico, una sola canción mancomunada.
LA VIEJA SAPA CARTONERA, Julio 2013
miércoles, 2 de enero de 2013
PRÓLOGO 'DEMOLIENDO TELES: poesía de cuneta' (Primera Antología Poética)
(Palabras Urgentes. Manifiesto de Hora Zero)
Hacer explícita la repugnancia que produce la
Televisión desde el título mismo quizás no sea recomendable, quizás sea un
riesgo innecesario, una ingenuidad romántica o la valentía del infante en su primera gran
aventura. Los intelectuales mirarían este gesto con esa cándida sonrisa de
burócrata con que observan los fenómenos del “sujeto” los académicos
especializados en “Estudios Culturales”; la dueña de casa se espantaría
probablemente; los cabros de la esquina lo mirarían mientras se fuman su paragüita
esperando que pase el día y luego pase la noche, y luego pase el día y venga la
otra noche; el oficinista ni siquiera lo miraría, o quizás sí, ¿quién sabe? Quizás
algún día esta misma gente, nuestras hermanas y hermanos, se aburran de pasear
los domingos por el Mall y también se aburran de tener la tele prendida para
disimular la falta de comunicación a la hora de once, tal vez algún día se
aburran de buscar en los nuevos aparatos tecnológicos la afirmación de su
<Yo>, que está al borde de un precipicio: pastillas y más pastillas,
vacunas y disciplina, clavos y billetes, potos y tetas, tetas y tetas y más
potos y carne en venta y más y más carne en venta. Quizás algún día nos
aburramos de colgar, a como dé lugar. de la vida pequeñoburguesa (mucho más
pequeña que la burguesía, claro está), ya sea con tarjetas de plástico o con el
beneplácito de la indiferencia, ya sea al contado o en cómodas cuotas, en ropa
de trabajo o quemándose a lo bonzo en la plaza pública. Ese día puede llegar, el
ciudadano de a pie quizás ese día se
canse de lo que sabe pero no asume, o mejor dicho, no quiere asumir: la cosa está mala para la gran mayoría.
Pero ya no hay epifanía que valga la pena, sino sólo la que pone la voluntad en
la Historia nuevamente. La voluntad es poner la mano en la mesa de la Historia
y golpearla tan fuerte que sus pilares se vean removidos desde la médula misma.
Si la creación no se dispara desde las entrañas y la vida no se hace la
experiencia estética en sí misma, nada habrá servido.
La poesía, en general, más allá de la lírica, puede volver a estar
presente en las mesas, en la sobremesa y en el sueño de las grandes mayorías:
subvertir la cotidianeidad, así como enseñara el gran Alonso Quijano, esa
quizás sea la esperanza y la invitación que ponemos frente a los lectores al
momento de invitarlos a navegar por estas páginas. Volver a encantarse y a
encantar, saber que la vida puede ser mejor, que puede ser más digna y que la
dignidad está también en la creación, en la búsqueda del diálogo desnudo con el
otro, en el poema que nace arriba de la micro o en la bala que pueda destrozar
los sesos del poder. La dignidad está en volver a creer y a crear.
La poesía que presentamos a
continuación busca recorrer esos intersticios de la vida social que quedan
titilando ahí, en los espacios más íntimos e invisibilizados del día a día. Se
presenta como una poética (sin que suene tan «parrianamente parrriano») “de la comunicación”, que no rinde culto
a lo críptico en cuánto críptico, que ama a las Vanguardias pero no a sus hijos
mal paridos, que no cree en Pequeños Dioses ni en comensales del Olimpo, pero
que sí cree en la magia de la poesía, la magia de lo cotidiano reinventándose y
negándose a cada instante. Volver a poner la poesía como ese espacio catárquico
en que todo puede volver a temblar y ser distinto, en que la vida misma puede
verse removida desde sus cimientos. Una poesía que no cae en el lugar común del
Realismo mal aprendido, ni en el mesianismo medio ingenuo de corte romántico; una
poética que sale a la calle y escribe desde
la cuneta, no sobre ella, que conoce
la plaza pública, ya que forma parte de su hábitat vital, pero que tampoco la
enaltece de sobremanera, no peca de ese cinismo con que se mira al pueblo desde
afuera como algo exótico y pintoresco: somos parte de ese Pueblo, de ese Pueblo
que puede volver a amar la poesía y que quiera cambiar su vida. Una poética que
tampoco lo denigra con la ignorancia propia del miope que no ha salido de su
entorno inmediato, lo muestra, valga la perogrullada, tal cual como vive, y desde ahí lo mete a la licuadora poética, a
la magia de crear desde sí y para sí, de ir y venir, escribir, soñar, escribir:
Co-consumen el olor a madera tostada /
en los inviernos sin-permiso-policial. / El olor a paraguas ambulante fuera del
metro: / Protectora de la infancia [ínfima] / de los infantiles soñadores / de
jubilar su trabajo del jugar, / por el fabricar de los publicistas /
pluri-cultura norte-ameraucana / para cholitos-centro-sur / con smarthphone
garra-blanca.
Tal como propone en su escritura El Canalla de Puente, desde la plaza (en
este caso la Plaza de Puente Alto, en Santiago de Chile) levanta su repertorio
y se deja sentir desde sus cuadras. Ese “ir
más allá de lo cotidiano, pero desde lo cotidiano mismo” que dice Teillier.
Pero así mismo, esta poética no se
agota en la descripción y puesta en escena de la vida urbana en vivo, hay también un trastoque de los
espacios más íntimos, ese tomar la vida desde la otra costilla y transmutar
temas canónicos desde una nueva perspectiva.
(Re)tomar temáticas como el amor, la muerte, la angustia existencial,
etc. desde nuevos rincones y ángulos, estrujar la tradición y jugar con ella,
ir de frente a la vida y tomar cada uno de sus espacios como juegos
interminables, rompecabezas eternos que nos convocan la infancia en cada lugar:
De forma distinta están aromados los viejos. / Su sabor es dulce y fuerte como los higos /
y otras frutas secas. / (Pequeñitos pájaros sin plumas: súbelos al nido) / A ellos les gusta que las últimas canas les
arranques / y los hagas sonrojar / —verse por medio segundo, lozanos— / dulces
cascarones sobre las sábanas lisas / (haz memoria) : nunca les desprendas los
calcetines / (no hay que olvidarlo) y
sobretodo / cuando les hagas el amor,
acarícialos / con dedo experto / como si
fuesen taza de porcelana / con evidente grieta, aunque aún de borde
dorado.
Adriana Tafoya plantea el tema amoroso, más
allá de ser una temática architratada en la poesía a lo largo de la historia
(occidental al menos), desde una posición bien particular: el amor y el
erotismo que despierta y se renueva en la vejez. Reivindica ese espacio casi
olvidado que es el amor y la sexualidad en los ancianos y, desde ahí, plantea
un reclamo ante el olvido, ante el silencio mal entendido. Propone la vuelta de tuerca para abrir nuevos
espacios, nuevas miradas y nuevos cuerpos presente en los textos, en la vida,
en la poética, en el deseo. Los viejos pueden volver a amarse y a ser amados,
ser objetos de deseo. Todo puede reinventarse, todo puede transformarse, todo lo sólido se desvanece en el aire
diría Carlitos Marx y este poema lo plantea de manera magistral.
En fin, las temáticas
fluctúan y varían desde la vida en la plaza pública hasta el amor en la vejez,
pasan por el entrecruce de la historia
de la poesía con los lugares citadinos que la rodean, como en Flor Piedrabuena
o por la vida de la triste secretaria que debe cargar en sus hombros la
montonera de prejuicios y cansancios que se dan en las oficinas de todo el
continente: machos vacíos y carpetas llenas de nada, toqueteos infames y su
propia coquetería al servicio de un bienestar intranquilo, una familia detrás
muchas veces, niños que esperan su cuerpo para volver a reír, tal como lo plantea de manera clínica Silvio
Valderrama:
Se te tapa el sexo, secretaria, se te tapa la boca / el brillo de los
ojos se te tapa / con ojeras, con arrugas,
/ con lágrimas de rímel / con el sudor que mancha las axilas de tu blusa
/ que se queman entonces / de amarillas y se te vuelven / a quebrar los tacos / los tacos y los brazos de tanto andar.
Un abanico temático amplio que se nuclea desde esa
necesidad de volver a tocar todos los rincones de la subjetividad para
subvertirlos y “ampliar las áreas de la
consciencia”, como nos decía desnudo y extasiado el gran Allen Ginsberg
junto a toda su pandilla beat
recorriendo las carreteras yanquis. Las temáticas son tan múltiples al interior
de esta Antología como lo es la nacionalidad de los poetas presentes: desde los
rincones de este lindo país esquina con
vista al mar que es Chile hasta la tierra fértil que es México, pasando por
Perú, Ecuador, Honduras, más algunos residentes latinos en tierras
norteamericanas, entre otros. Hermanas y
hermanos de todo el continente que presentan sus creaciones ante los ojos de
todo este lado del planeta. Un nuevo boom
latinoamericano, que son las
Editoriales Cartoneras, al servicio de la lengua y geografía de esta tierra. Un
gesto que busca pensar la cultura más allá de los Medios de Comunicación de Masas
y los espacios undergrounds para
eruditos y genios autodeclarados, un gesto y un espacio abiertos para salir de
la apatía de las grandes mayorías y del reclamo snob y autorreferido de ciertos círculos “literarios”, para
repensar la vida más allá de la Tele y del atuendo y para, finalmente, volver
(si es que acaso alguna vez lo estuvo) a poner la poesía como un artículo de
primera necesidad, no un lujo de castas ni menos como producto cultural al
servicio de un Mercado que se devora hasta los mismos sueños de sus ciudadanos.
La voluntad y
práctica de fundir arte y vida, vida y arte, hacer del mundo un nuevo escenario
transformando primeramente el estado
actual de cosas, incluido en ello la poesía. Esa es la esperanza y la rebeldía
que presentan los versos y las imágenes antologados en este acuario poético que
dejamos ante el lector. La apuesta ya está hecha: salir a dar la pelea y
enfrentar el apagón cultural que aún heredamos desde la Dictadura, plantear con
la frente en alto que podemos volver a soñar, que podemos crear y vivir la vida
desde otro foco, que podemos ser valientes en lo cotidiano, no sólo en lo
público, en lo privado con mayor urgencia, saber que Poesía y
Revolución pueden ir de la mano, no una al servicio de la otra, sino
unidas desde la matriz fundante de un nuevo pensamiento y una nueva forma de
habitar el mundo, esa es nuestra jugada, en ella dejamos anclada nuestra fuerza
y convicción. Sabemos que se nos ha entregado una catástrofe, sabemos que nada
nos regalarán quienes ostentan el poder (ya sea económico, político, cultural,
por sí solo o todos juntos), pero también sabemos que tenemos la belleza, la
poesía, la imaginación y la fuerza a nuestro favor, y desde ahí nos ponemos a
caminar. Desde ahí nacen las voces que hoy presentamos en esta Antología:
DEMOLIENDO TELES.
LA VIEJA SAPA CARTONERA, Enero 2013
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